Cuando mi ojo izquierdo me mostró lo que no quería ver: "Durante años, la Medicina Tradicional China fue mi brújula: estudié los meridianos, los órganos, los pulsos, y los ciclos del Cielo y la Tierra. Comprendí que el cuerpo es un mapa de energía en constante diálogo con las emociones, el entorno y el espíritu. Pero fue mi propio cuerpo, silencioso y sabio, quien me llevó a descubrir una verdad más antigua que cualquier tratado: que la verdadera curación no nace del saber, sino de la conexión profunda con la Fuente Divina. Que sanar no es reparar el cuerpo, sino recordar el alma. Y que toda enfermedad es, en su raíz más sagrada, un llamado amoroso de Dios a regresar al origen. ​Todo comenzó con un aviso sutil: una sombra danzante en mi ojo izquierdo, como una cortina que se cerraba sobre una parte de mi visión. El oftalmólogo diagnosticó un derrame menor de humor acuoso, pero con el paso de los días, mi visión se nubló cada vez más. ​Desde la Medicina China, los ojos son la ventana del hígado, órgano que almacena la rabia reprimida, la frustración no expresada, y los conflictos no resueltos. El ojo izquierdo, en particular, se asocia al yin, a lo femenino, a la parte interna y emocional del ser. ​Me pregunté con honestidad: * ¿Qué no estaba queriendo ver? * ¿A qué verdades internas me resistía? * ¿Qué enojo había quedado atrapado en mi cuerpo durante años? La medicina alopática pronto puso nombre a lo que vivía: degeneración macular con crecimiento celular anormal. Un diagnóstico que removió no solo mi cuerpo, sino mi alma. Y aunque sabía lo que decía la ciencia, sentí que esta era una llamada del Cielo a mirar más allá del síntoma. Decidí rendirme. No ante la enfermedad, sino ante la Sabiduría Divina. Comencé un camino profundo de sanación energética con la Maestra Sol a través de TEC-LSR y Sanaciones Cósmicas. Sentí cómo se desbloqueaban memorias antiguas, emociones enquistadas, verdades negadas. El proceso no fue fácil pero fue sagrado. Porque entendí que Dios no nos impone la sanación. Nos la ofrece cuando nosotros decidimos comprometernos con nuestra verdad. Y ese compromiso se llama FE. Un tiempo después, regresé al oftalmólogo. Nuevos estudios. Mismos aparatos. Pero otra realidad. El médico, perplejo, me dijo que la degeneración se había reducido en un 50%. Su rostro reflejaba incredulidad. No sabía cómo explicarlo. Pero mi alma sí sabía. Mi ojo no estaba dañado. Estaba gritándome una verdad que no quise ver: El enojo no procesado, el dolor no reconocido, y la desconexión de mi propio corazón. Hoy sé que la sanación no es solo un tratamiento. Es un acto de alineación con Dios. Es un puente que nace cuando el cuerpo, el alma y la energía divina se encuentran en el mismo propósito. Doy gracias a esa "cortina" en mi visión, porque me enseñó a ver con el corazón abierto y con los ojos del alma. MZ Armonya Ferraguti chiec.eco.armonya@gmail.com Seattle, USA Junio 2025